Allá en la lejanía

El viento del día me lleva a una sensación de plenitud. La primavera se hace presente. No me arrastra como otras veces, porque estuve preparando el equipaje por un buen tiempo, desde el marzo.
Un verano lleno de arenas, movedizas quizá, nos asoleábamos en el río Paraná, hoy sólo sos un ente.
Comimos unos días tomados de la mano, lejos de nuestra ciudad. Tus cantos me invadían, te quería muchísimo, pero tus brazos no me abrigaban realmente. Hoy tu recuerdo, o esa proliferación que erróneamente hice de vos, me dice que el paso del tiempo me ayudó a olvidarte. Te esfumaste, como el agua en las orillas de la playa. El sol me beneficia, mis lunares forman por sí solos constelaciones.  El barco que te llevó lejos de mí fue un invento fabuloso, las islas que encontraste seguramente fueron mejores. Veo nuestras fotos viejas, luego de seis meses y algo de separar tus energías de las mías, y no puedo visualizarme realmente a mí, ahí a tu lado, a un costado oscuro.
El camino reúne lo que no quise dejar atrás.
Ya es hora.
No me veía, pero el atardecer aclaró mi vista el día de hoy. Me hago cenizas de todo lo que fue quemado por mí. Trazo el camino, y es mucho más que una historia. Se aligera la carrera, incluso así a veces las nubes me presionan. Al menos hoy, he extendido mis manos al cielo. Me separé del terreno blanduzco. Soy parte del polvo que levantó la tomenta.

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